22/03/2025 22:39hs.
No se inventan enemigos como estrategia. No venden humo. No se dejan seducir por ninguna pancarta. No se olvidan de su gente por más años que lleven en el fútbol europeo. No se creen héroes. No se sienten ejemplo aunque en más de una de sus actitudes lo sean. No se burlan de sus rivales. No se guardan una gota de sudor cuando se ponen la camiseta.
Los pesimistas de la vida dirán que ganan millones como si eso fuera un defecto, como si lo conseguido no hubiera sido en buena ley. No presumen un lugar ganado por más tercera estrella, y entonces aparece un tal Julián Alvarez corriendo como Julián, jugando como Messi, presionando como De Paul. Síntesis del compromiso de un equipo que tiene el ser competitivo intacto.
Si tras el desgaste del viernes contra Uruguay, alguno elegía quedarse afuera de la visita al estadio de Huracán por los damnificados por la tragedia en Bahía Blanca, nadie podría decir nada. Pero ahí están, de buen humor en una espontánea comunidad con los hinchas. Baila el Dibu, se suman al “dale campeón” todos y así fortalecen y renuevan la identidad de la gente con la Selección Argentina.
Suena muy presuntuoso decir que son el “equipo del pueblo”, pero a este grupo no le queda grande. No hay recetas para crear estos vínculos y es claro (algún otro pesimista lo estará pensando) que los triunfos son parte importante de la relación. Aunque lo fundamental y la esencia que los distingue es la voracidad por seguir compitiendo al mejor nivel.
No se relajaron con la Copa América ganada en Brasil. No bajaron un cambio ni con la Copa del Mundo en Qatar. No detuvieron la marcha con el bicampeonato de América de hace un año. Asumir riesgos es optimista. Y eso se transmite en cada gesto, en cada pelota disputada, en cada abrazo general tras un gol. Dan ganas de ver a la Selección, nunca te deja a pata.
Los jugadores le tiran pelotas de regalo al público (Foto Marcelo Carroll).
Gestos de sensibilidad ante una tragedia (Foto Marcelo Carroll).
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