Un colectivo de trabajadores del INTA le envió una carta al ministro Federico Sturzenegger, rechazando las medidas que suponen un desmantelamiento del organismo y restarle significación a la labor que desarrolla. La cartera de Desregulación y Transformación del Estado ha ido tomando diferentes decisiones que afectaron el funcionamiento del instituto de promoción de tecnología agropecuaria, rematando uno de los edificios en el que se desarrollaban tareas de investigación, más el propósito ya enunciado de poner a la venta unas 70.000 hectáreas del patrimonio de la entidad. Una declaración anterior de este mismo colectivo de trabajadores había señalado las expresiones del ministro Sturzenegger como “siniestras, perversas e ignorantes”.
“Hasta hoy continuamos viviendo una profunda incertidumbre respecto al futuro del INTA. Muchos actores del sector público y privado han manifestado su preocupación: productores, profesionales, comerciantes, educadores, científicos, legisladores, e incluso algunos gobernadores e intendentes. Todos coinciden en reconocer la importancia de un organismo con tanto hecho a lo largo de su vasta trayectoria”, apunta el colectivo INTA que encabeza Héctor Ferrario.
El último jueves, la Cámara de Diputados de la Provincia de San Juan aprobó una comunicación que expresa el “más firme respaldo” al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) como política de Estado, y solicita al Poder Ejecutivo Nacional que no avance en reformas que generen despidos en su personal, disminuyan la cantidad de agencias de extensión, modifiquen su sistema de gobernanza o disminuyan programas y proyectos. Además, pide que el gesto lo repliquen los legisladores nacionales y los concejos deliberantes municipales. Los legisladores de otras tres provincias ya se habían pronunciado en el mismo sentido.
“Permítame una comparación sencilla donde se incorpora innovación tecnológica para lograr comunicación, alimentos y abrigo –continúa la misiva al ministro–. Cuando usted inicia su día, probablemente toma su celular: hace alguna llamada, lee noticias, navega redes sociales o gestiona trámites bancarios. Ese dispositivo, símbolo de tecnología, depende en gran parte de componentes importados. Ahora bien, si primero se viste con una camisa o remera 100% algodón, seguramente esa fibra proviene de una genética del INTA Chaco. Si hace frío y tiene que usar un abrigo, seguro que esa lana procede de otro mejoramiento del INTA en Patagonia Sur».
«Su rico desayuno –agrega– incluye un pan con mermelada: ese alimento proviene de una semilla de trigo, y en su mayoría ese material genético fue desarrollado por el INTA Córdoba. Lo mismo ocurre con la leche de INTA Santa Fe que acompaña su café, o si prefiere un té o mate, corresponde al INTA Misiones. También el asado del domingo: carnes, hortalizas, frutales. O una paella con verduras y arroz generados en el INTA Entre Ríos, producto que se consume también en un 80% en Brasil”.
El grupo de trabajadores del INTA hace referencia además en su carta a Sturzenegger a que “en todos esos casos, que de ninguna manera agotan los innumerables ejemplos del accionar del INTA, hay tecnología nacional de este organismo, ahorro de divisas y fortalecimiento de la soberanía alimentaria. Como usted verá, el INTA está en la vida cotidiana de los argentinos y argentinas, y se proyecta al mundo».
«Nos preocupa, además, la posibilidad —aún en forma de rumor— de que se vendan campos del INTA. Sería un grave error. En ellos se alojan bancos de germoplasma únicos, con funciones vitales: reproducir y conservar la diversidad biológica y disponer de variedades adaptadas ante posibles ataques de enfermedades o plagas, y adversidades climáticas. Ejemplos claros de esto son los olivos en los campos de la Experimental de San Juan, única reserva mundial fuera del Mediterráneo; o la vid en Mendoza; los algarrobos en el norte argentino, en varias experimentales del INTA. Perder ese patrimonio afectaría no solo la producción primaria, sino también a la industria olivícola, la forestal o la vitivinícola”.
“Tampoco se puede ignorar la inversión constante de los productores agropecuarios. El INTA no sólo acompaña, sino que potencia ese esfuerzo, acercando conocimiento, soluciones tecnológicas, comprometiéndose y contribuyendo al desarrollo territorial a través de sus extensionistas distribuidos en todo el país. De ello dan cuenta miles de historias de vida de técnicas y técnicos de INTA. Por si usted no sabe, le comento: la función de estos técnicos es como la del médico generalista de familia. Se acercan al campo, conversan con la familia, observan los suelos según sus propiedades y recomiendan qué sembrar, cuándo, dónde y cómo cuidar el cultivo ante plagas o enfermedades. Lo mismo en la actividad ganadera o forestal. A partir de ello convocan y conforman equipos de acompañamiento técnico, según las necesidades de cada situación. Esto lo hacen en todo el país”.
“Para cerrar, quisiéramos mencionar que hay estudios —inclusive realizados junto con profesionales de otras instituciones de ciencia y técnica y universidades— que demuestran que, por cada peso invertido en el INTA, el sector agropecuario recibe un retorno de entre 8 y 10 pesos”, refutando el argumento oficial de que la reestructuración del Estado sólo busca eliminar «ñoquis y gastos innecesarios».