1. Lo que era algo así como un comentario al pasar –muy recurrente, por cierto, pero no enunciado en on–, la preocupación por la psicología del presidente Javier Milei, empieza a ser cada vez más objeto de la discusión pública. Quizás, el primer político que lo dijo con claridad fue Emilio Monzó, haciéndose eco de lo que muchos analistas de la realidad ya percibían. Esta semana, el mismo Monzó volvió a plantearlo: “Me preocupa la psicología de Milei”, dijo en un reportaje. E incluso fue más allá. Expandió su preocupación a todo el gabinete: “Me preocupa esa personalidad a la hora de conformar el gobierno porque el reflejo que tiene uno frente a la radicalización es ‘este hombre es inseguro’. La seguridad que manifiesta en la radicalización esconde su propia inseguridad. ¿Con esa personalidad, qué estilo de gabinete va a forjar? Obsecuentes”. También Margarita Stolbizer nos dijo que “la presencia de la hermana de Milei me resuena mucho a la presencia de alguien que está casi en una tarea de medicación del hombre”. La cuestión trascendió las fronteras (no solo las ideológicas). El expresidente del Uruguay habló de formas: “Lamento el estilo agresivo del Presidente contra otras figuras y el periodismo”.
2. Quizás el punto más crítico pueda detectarse en la propia actitud del Gobierno, formulada por el jefe de Gabinete Guillermo Francos. Al referirse a la pelea con la vicepresidenta, Victoria Villarruel, planteó una hipótesis: la personalidad de Milei es la que define su manera de gobernar. Si no fuera así, no podría llevar adelante su plan de gobierno.
3. Aquí es donde se abre la pregunta: el vínculo con la democracia, la tendencia autoritaria que puede percibirse (en Milei y en otros gobernantes como Donald Trump o Viktor Orban), ¿son solo psicología? ¿Hay algún lugar donde se encuentran la psicología, la estética y la ideología?
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
4. Existe ese lugar. Más allá de otro tipo de consideraciones, consideraciones que tienen que ver con el ejercicio del gobierno (aún existe la polémica en la academia sobre cómo definir a los gobiernos de ultraderecha), en una entrevista, el sociólogo Daniel Feierstein abrió una puerta que vale la pena traspasar. Mencionó un libro clave: Anatomía del fascismo, de Robert Paxton.
5. El libro es esencial a todas luces. Y debiera ser leído con cuidado. Para el autor, hay elementos que tienen que ver con los fascismos históricos (cabría pensar el estalinismo desde la misma perspectiva) y que son transideológicos. Del texto de Paxton se desprenden algunas conclusiones interesantes. Citemos: para él, el fascismo es una forma política “nueva, creada concretamente para la era de la política de masas. Pretendía apelar sobre todo a las emociones mediante el uso de ceremonias rituales cuidadosamente orquestadas y cargadas de una intensa retórica. La función que tenían en él los programas y la doctrina es, cuando se examina más de cerca, fundamentalmente distinta a la que tenían en el conservadurismo, el liberalismo y el socialismo. El fascismo no se apoya explícitamente en un sistema filosófico elaborado, sino más bien en sentimientos populares sobre razas dominantes, su suerte injusta y su derecho a imponerse a pueblos inferiores”. Y va más allá: “Pero los fascistas eran claros en una cosa: ellos no estaban en el centro. El desprecio que inspiraba a los fascistas el centro blando, complaciente y dispuesto a llegar a soluciones de compromiso era absoluto –aunque los partidos fascistas que buscaban activamente el poder necesitasen hacer causa común con élites centristas, contra sus enemigos de la izquierda–. Su desprecio al parlamentarismo liberal y al flojo individualismo burgués y el tono radical de sus remedios a la debilidad y la desunión desentonaban siempre con su predisposición a establecer alianzas prácticas con los conservadores nacionalistas contra la izquierda internacionalista. La reacción fascista básica ante el mapa político izquierda-derecha era proclamar que lo habían dejado obsoleto al ser ‘ni derecha ni izquierda’, trascendiendo esas divisiones anticuadas y uniendo a la nación”.
6. Paxton reconoce en Walter Benjamin la detección de una “estética fascista”. También vale la pena volver a leer al pensador, que se suicidó en Port Bou en 1940.
7. En Anatomía del fascismo se señalan dos rasgos: la rapidez con la que se expandieron las ideas autoritarias, antes de que la sociedad entera pudiera reaccionar, y la aquiescencia de sectores que no advirtieron el riesgo que conllevaba: “Significó aceptar un aparente mal menor o apartar la vista de algunos excesos que no parecían demasiado dañosos a corto plazo, incluso aceptables parcialmente, pero que acumulados significaban resultados finales monstruosos”.
Para Paxton, el fascismo es una nueva política creada para la sociedad de masas
8. Aceleración es otra de las palabras claves. Que se suman otras: pureza, apelación a una inteligencia, superioridades estéticas: conceptos que tiñen la política argentina.
9. En la misma entrevista, Feierstein citó otro libro, Paranoia, del psicoanalista italiano Luigi Zoja. También vale la pena tomar algunas cuestiones como advertencia.
10. Define a Adolf Hitler como un paranoico: “Encierra su credo consciente y, al mismo tiempo, su más invencible temor inconsciente: como en muchos paranoicos, anidaba en Hitler una fobia a la contaminación. La diversidad le resultaba difícil de soportar (lo prueba también su relación minimalista con las mujeres, el otro sexo). La fobia paranoica debe alejar la diversidad y eventualmente eliminarla”. Y también: “La inversión de los procesos simbólicos es un rasgo trágicamente recurrente en los paranoicos de todos los tiempos: en las mentes armadas por la sospecha, la creatividad de los símbolos se transforma en destructividad; el proceso vital, en un proceso de muerte. Esta realidad queda confirmada no tanto desde la psiquiatría como desde la historia”.
En el comienzo de Paranoia, Zoja relata la Tragedia de Áyax. Refiere al texto griego de Sófocles, que termina con el suicidio del héroe. Reflexiona de la siguiente manera: “Nosotros también sentimos compasión, casi amor, por ese hombre tan poco capaz de amar. ¿Y si en vez de desafiar a los dioses hubiera intentado abrazar a los hombres? Pero quizá nadie lo abrazó nunca, ni siquiera simbólicamente. Teucro tiene miedo de llevarle la noticia a su padre, Telamón: ‘Es un hombre que no sabe sonreír ni siquiera cuando es feliz’”.
Más allá de los diagnósticos, vale la pena leer las advertencias de la historia.