Acción Nacional no está en extinción… todavía. Pero el terreno se achica cada año, y no por culpa del clima. De 32 gubernaturas, solo cuatro siguen bajo el azul: Guanajuato, Querétaro, Chihuahua y Aguascalientes. ¿Bastiones de trabajo? No lo sé, Rick; hoy parecen islas en medio de un océano guinda que sigue subiendo la marea. Morena, en seis años, pasó de promesa a máquina territorial que gobierna tres cuartas partes del país, incluyendo plazas que antes eran imposibles de arrebatar.
En el Congreso, los números son claros: alrededor del 14 % en Diputados y un 16 % en el Senado. El músculo está, pero no alcanza para mover la agenda sin alianzas. En lo local, el PAN conserva ciudades clave y alcaldías estratégicas, sobre todo en la CDMX, que todavía nos dan foco y caja de resonancia. Pero hay que decirlo: si eso no se traduce en recuperar estados, es como tener un auto afinado… pero sin gasolina.
Guanajuato: la última joya fuera de la caja fuerte
Guanajuato es, y debe seguir siendo, el modelo más sólido de estrategia panista. Aquí las cosas han funcionado mejor que en otros estados, y esa experiencia debería replicarse en todo el país. Sin embargo, se percibe cierto abandono desde el CEN Nacional, como si por soberbia no se dieran cuenta de que esta es la carta más fuerte que queda, en número de votantes, estrategias y perfiles (muchos ya abandonados).
Las diferencias internas existen —entre liderazgos, grupos y hasta dentro de los propios gobiernos—, pero en el PAN todavía se resuelven con política y grilla, no con sillazos como en Morena. Esa es una ventaja que no se debe desperdiciar. Porque aunque la división no sea dramática, sí erosiona la fuerza. En política, hasta las grietas pequeñas bastan para que el agua se meta, y el PAN en Guanajuato se quedó sin impermeabilizante.
El adversario está afuera… y avanza rápido
Morena no está esperando. Está avanzando, fortaleciendo su narrativa, su maquinaria y su presencia territorial en cada rincón del país. El PAN debe dejar de enfocarse solo en administrar lo que ya gobierna y pasar a la ofensiva, dando resistencia y recuperando terreno en las muchas zonas que ha perdido. No se trata solo de conservar, sino de ir por más, con un mensaje firme, claro y sin miedo a decir quiénes somos y qué defendemos (aunque a algunos les tiemble la voz cuando los entrevistan periodistas progresistas).
Nuevos jugadores, nuevos riesgos
Partidos como México Republicano pueden parecer pequeños, pero ya están enviando señales. Ciertos votantes —y parte de nuestra militancia inconforme— los están escuchando. Decir abiertamente que son de derecha y conservadores les abre un nicho que históricamente capitalizaba el PAN, pero que estamos cediendo con discursos inclusivos que no conectan con ese sector.
Si no reafirmamos nuestra identidad y actualizamos nuestra narrativa, perderemos votantes que siempre confiaron en nosotros por ser un partido conservador, liberal, capitalista y de derecha.
Última llamada, ya no habrá más
Este no es momento para discursos complacientes ni para peleas internas por quién controla los comités. El CEN, los comités estatales y municipales deben trabajar como un bloque, sin líneas internas y con acuerdos reales, o perderán la joya que podría evitar la bancarrota política.
Guanajuato no solo debe conservarse: debe proyectarse como ejemplo nacional de resistencia, pero con un enfoque de estabilidad y firmeza. La política no se gana con giras, agendas y fotos todos felices. Se gana con estrategia, unidad y una narrativa de derecha sólida, sin miedo, que conecte con la gente que no está a favor del progresismo radical, ya en declive en los países desarrollados.
El PAN no está acabado. Pero mientras algunos se disputan un comité, somos vistos como un partido blandengue que perdió su identidad; un partido rebajado con endulzante, que se deslizó hacia un centro progresista, con programas que parecen copy-paste de Morena.